Una nueva investigación llevada a cabo por Sam Harper, Thomas J. Charters y Erin C. Strumpf, publicada en el American Journal of Epidemiology, revela que las mejoras en la seguridad vial desde la década de 1990 no se han distribuido equitativamente.
Los investigadores argumentan que los menos educados suman varias de las condiciones que pueden hacer de la conducción un acto bastante peligroso.
Los mayores descensos de muertes en siniestros viales, han ocurrido entre los más educados. En cuanto a las personas de 25 años o más, con menos de un diploma de escuela secundaria, las tasas de mortalidad ha aumentado con el tiempo, contrario a la tendencia nacional. Se debe, por ejemplo, a que en barrios de bajos ingresos en los Estados Unidos. tienen otras condiciones que pueden hacer que las carreteras sean menos seguras, como la falta de pasos de peatones y menos poder político para luchar por las mejoras aplicadas al diseño, cómo en las señales de tráfico, badenes y aceras. Como resultado, las muertes de peatones en particular, son más altas en las comunidades pobres.
Las víctimas mortales, sin embargo, también incluyen las muertes de peatones y ciclistas golpeados en accidentes automovilísticos. Lo que destaca, ya que las personas con pocos ingresos son más propensos a utilizar el transporte público, contrario a los más poderosos que prefieren utilizar el vehículo particular.
Cómo dice el Washington Post, cada vez fantaseamos más sobre las nuevas tecnologías aplicadas a los vehículos, ya que nos salvarán de nuestros propios errores de conducción, aunque los beneficios en su mayoría pueden ir en exclusiva a los ricos.
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