Durante La Edad Media se destruye y abandona la sofisticada red de caminos creada por el Imperio Romano y aparecen distintas normas para la circulación, muy diferentes según las zonas y reinos. Diversos reinos de la España medieval ya impedían de manera drástica el tránsito de carruajes por determinadas zonas de las ciudades para evitar las aglomeraciones, la contaminación acústica y los desperdicios que los animales dejaban en las vías; había un importante control de la circulación, imponiéndose severas sanciones a los que circulaban por zonas prohibidas o entorpecían con su carro el tránsito de otros usuarios de las vías. Con todo, la autoridad es itinerante ya que desde el rey y su séquito hasta los señores locales operan en sus dominios para mantener el control de sus poderes.
Pietro di Murrone, nacido en Nápoles, era un monje benedictino que a los pocos años de ser ordenado regresó a su tierra natal para convertirse en un eremita, estuvo cinco años de vida solitaria y ascética en una cueva en las montañas. Como ocurre en muchos de estos casos, muy a su pesar, las gentes del lugar comenzaron a visitarlo e incluso varios de ellos decidieron acompañar a Pietro en su retiro, lo que sería el germen de la orden de los Celestinos que aprobaría años más tarde Urbano IV. Pietro sólo aceptó el nombramiento cuando le hicieron ver que la voluntad divina estaba por encima de la suya propia. En 1294 era nombrado Papa con el nombre de Celestino V.
Su primera decisión fue trasladar la sede papal a Nápoles, lejos de las intrigas de Roma. Aunque lo intentó, pronto se dio cuenta de que no estaba preparado y tan sólo cinco meses después decidió renunciar: emitió un decreto por el que se permitía la renuncia papal y, lógicamente, fue el primero en utilizarlo. Regresó a su vida ascética en su antigua morada, la cueva de la que nunca debió haber salido.
Al cabo de nueve días, el nuevo cónclave elegía a Benedetto Gaetani, de los Colonna, como nuevo Papa. Bonifacio VIII, nombre que eligió Benedetto, volvió a trasladar la sede papal a Roma y ordenó capturar al anterior Papa. Aunque Pietro hubiese renunciado, seguía teniendo muchos adeptos y Bonifacio entendía que aquella situación menoscababa su autoridad. El ermitaño intentó huir a Grecia pero fue capturado y encerrado en el castillo de Fumore. Tras 9 meses de encierro y oración, fallecía.
Lo más característico de su mandato fue el establecimiento, en 1300, del primer año jubilar, que debía celebrarse cada cien años, y que hoy la Iglesia Católica continúa celebrando cada 50 años.
Se considera que la Seguridad Vial nació con Bonifacio VIII, pues durante la celebración del Año Santo la gente se abalanzó a las calles cercanas a la Plaza de San Pedro en Roma, impidiendo el paso de los carruajes, lo que ocasionó numerosos muertos. En respuesta al triste suceso, el Papa ordenó que marcaran líneas blancas a la mitad de las calles del Vaticano, para que de un lado cruzasen los carruajes y del otro, los peatones. Esa fue la primera norma de tránsito de la historia.
Durante el mandato de los Reyes Católicos, se empieza a plantear la necesidad de incrementar los caminos para permitir la comunicación y contribuir al comercio que dependía de caminos adecuados para la distribución de los productos. Se ve también la urgente conveniencia de establecer de manera clara los portazgos, pontazgos y montazgos, que fueron los antecedentes de los peajes, y de elaborar normas generales claras, de uso correcto, de las vías de tránsito.
En 1490, los reyes Isabel y Fernando establecen leyes y normas de uso de los caminos, para que fuesen controladas y aplicadas directamente por los llamados guardas, con el fin de que ni los peajes, ni los posibles problemas que pudieran aparecer en el tráfico, quedaran sin solución clara. El cumplimiento de todas las normas quedaba regulado por la intervención última de un juez.
Pietro di Murrone, nacido en Nápoles, era un monje benedictino que a los pocos años de ser ordenado regresó a su tierra natal para convertirse en un eremita, estuvo cinco años de vida solitaria y ascética en una cueva en las montañas. Como ocurre en muchos de estos casos, muy a su pesar, las gentes del lugar comenzaron a visitarlo e incluso varios de ellos decidieron acompañar a Pietro en su retiro, lo que sería el germen de la orden de los Celestinos que aprobaría años más tarde Urbano IV. Pietro sólo aceptó el nombramiento cuando le hicieron ver que la voluntad divina estaba por encima de la suya propia. En 1294 era nombrado Papa con el nombre de Celestino V.
Su primera decisión fue trasladar la sede papal a Nápoles, lejos de las intrigas de Roma. Aunque lo intentó, pronto se dio cuenta de que no estaba preparado y tan sólo cinco meses después decidió renunciar: emitió un decreto por el que se permitía la renuncia papal y, lógicamente, fue el primero en utilizarlo. Regresó a su vida ascética en su antigua morada, la cueva de la que nunca debió haber salido.
Fuente: wikipedia.org
Al cabo de nueve días, el nuevo cónclave elegía a Benedetto Gaetani, de los Colonna, como nuevo Papa. Bonifacio VIII, nombre que eligió Benedetto, volvió a trasladar la sede papal a Roma y ordenó capturar al anterior Papa. Aunque Pietro hubiese renunciado, seguía teniendo muchos adeptos y Bonifacio entendía que aquella situación menoscababa su autoridad. El ermitaño intentó huir a Grecia pero fue capturado y encerrado en el castillo de Fumore. Tras 9 meses de encierro y oración, fallecía.
Lo más característico de su mandato fue el establecimiento, en 1300, del primer año jubilar, que debía celebrarse cada cien años, y que hoy la Iglesia Católica continúa celebrando cada 50 años.
Se considera que la Seguridad Vial nació con Bonifacio VIII, pues durante la celebración del Año Santo la gente se abalanzó a las calles cercanas a la Plaza de San Pedro en Roma, impidiendo el paso de los carruajes, lo que ocasionó numerosos muertos. En respuesta al triste suceso, el Papa ordenó que marcaran líneas blancas a la mitad de las calles del Vaticano, para que de un lado cruzasen los carruajes y del otro, los peatones. Esa fue la primera norma de tránsito de la historia.
Durante el mandato de los Reyes Católicos, se empieza a plantear la necesidad de incrementar los caminos para permitir la comunicación y contribuir al comercio que dependía de caminos adecuados para la distribución de los productos. Se ve también la urgente conveniencia de establecer de manera clara los portazgos, pontazgos y montazgos, que fueron los antecedentes de los peajes, y de elaborar normas generales claras, de uso correcto, de las vías de tránsito.
En 1490, los reyes Isabel y Fernando establecen leyes y normas de uso de los caminos, para que fuesen controladas y aplicadas directamente por los llamados guardas, con el fin de que ni los peajes, ni los posibles problemas que pudieran aparecer en el tráfico, quedaran sin solución clara. El cumplimiento de todas las normas quedaba regulado por la intervención última de un juez.
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